Los cimientos de la educación española son cada vez más raquíticos, más volubles y menos sólidos que nunca. Parece que hay quienes no creen en la educación como motor de nuestro desarrollo, o más bien demuestran que lo que les interesa es la falta de ésta para generar una sociedad manipulable, dócil, que se mueva a golpe de hashtag y publicaciones efímeras en redes sociales, en lugar de lograr un pensamiento sereno, crítico, robusto y con capacidad de reflexión.

Pero, si eso es cierto, lo que es intolerable es que desde el ámbito local se contribuya a esa desidia, a esa dejadez. Igual que hablamos de las formas para poder entrar en el fondo del asunto, además del contenido, el continente es importante. Y si la educación es vital, que el lugar donde se imparta sea aceptable, cuidado y decente, no es menos importante.
Bastante sufren los docentes hoy en día con no tener un pacto nacional por la educación, una ley educativa digna de uno de los países situado en el top de la lista del progreso como para que, desde el ámbito local, se contribuya a esa desesperanza con un entorno que en algunos casos es pésimo y en otros muy mejorable; para poder impartir sus enseñanzas a los que dirigirán nuestro país el día de mañana.
Si hablamos de los niños segovianos, no podemos descuidar el hecho de que la mayoría juegan en patios públicos con desconchones, socavones y un mal estado evidente que provoca muchos rozones en los mejores casos y esguinces u otras lesiones en los peores, teniendo el caso incluso de algún profesor que ha estado de baja por estos motivos.
Yendo al caso concreto, tengo la obligación de hablar de centros como el CEIP Domingo de Soto, cuyo patio de Infantil está pendiente de renovación. De hecho, el propio concejal se comprometió a arreglarlo durante el verano y colocar unos toldos para guarecer del calor sofocante en el patio –ubicado en la azotea del edificio-, pero a 10 de septiembre sigue en las mismas condiciones. O el CEIP Diego de Colmenares, en el que ni se han sustituido las puertas de acceso, ni se han reparado los balcones, ni cambiado las luminarias de emergencia; todas ellas actuaciones previstas para este verano que ya ha terminado. A pesar de que se ha impermeabilizado la entrada al CEIP Fray Juan de la Cruz, se ha impermeabilizado la entrada, los patios siguen sin repararse, los tejadillos no se han impermeabilizado y hay hasta cinco cristaleras rotas desde inicio del curso 2024 que continúan sin cambiarse. Lo mismo ocurre con la puerta donde se encuentra el transformador o con diferentes baldosas y rodapiés levantados que ponen en riesgo la seguridad de los alumnos. Otro ejemplo de dejadez es el CEIP San José, cuyo patio tiene una gran grieta que supone un riesgo evidente de caída para los niños; o el CEIP Martín Chico, pendiente de la construcción de una rampa en el acceso principal para garantizar la accesibilidad.
Por no mencionar, el sinsentido del colegio Nuestra Señora de la Esperanza, en San Lorenzo, que siendo un centro destinado a niños con discapacidad no tiene un solo columpio adaptado, a pesar de que llevan años reclamándolo a la Junta de Castilla y León. Siempre hay excusas, siempre hay proyectos y pretextos para continuar sin cumplir con las leyes de accesibilidad integral y con la dignidad de las personas, en este caso, de los 70 niños de este centro.
Y del mismo modo, no puedo olvidar a la Escuela Infantil La Senda, que lleva desde hace varios cursos con una gotera en su comedor. Lo que comenzó siendo una simple gotera y después de un montón de avisos y peticiones telefónicas, formales, a través incluso de redes sociales, se ha convertido en una pared con moho, que tiene al personal de este centro a un paso de dejar su labor de educadoras y cuidadoras para convertirse en reparadoras, escayolistas y pintoras ante la desatención sistemática del Ayuntamiento de Segovia.
El Alcalde y el concejal de Educación han olvidado demasiado rápido su oficio y los ritmos de lo que implica la misión de enseñar, la docencia. Siempre hay buenas palabras y buena intención, pero pocas veces se materializa en hechos concretos que solucionen el día a día de los vecinos. Que es eso, resolver los problemas, a lo que estamos obligados los que dedicamos nuestro tiempo a la cosa pública, porque no somos más que servidores de nuestros vecinos, y no al revés como han debido malentender algunos.